jueves, 25 de abril de 2019

Madre enamorada

Vinieron a por él. Se lo llevaron.
Aquella noche no dormí. Despierta
estaba, sin dormir por el amado.

Mucho tiempo esperé la madrugada.
El hijo sin saber en la cunita
de mimbres sonreía y me miraba.

Luego vi que venían desde lejos
cargados con las armas, taciturnos,
y a contraluz de la mirada, muertos.

Acercaban sus pasos a la casa
y al hijo le crecían las encías,
crecían confiadas, yo le hablaba.

Le hablaba del amor y era una fiesta,
le hablaba del dolor y lo sabía,
del padre asesinado en hora incierta.

La puerta golpearon. A por él
como a por el amado que es su padre
venían. Yo por él, sobre el dintel

un antiguo amuleto de familia
había colocado. Me anunció
las malas intenciones que traían.

La puerta abrí, la cuna estaba alegre,
las uñas afilé como una gata,
y a por ellos me fui, tranquilamente.

                          José Heredia Maya